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lunes, 26 de noviembre de 2012

EL VÉRTIGO DE SUBIRSE A TUS PUPILAS.

Ya ni siquiera esperaba esperar que alguien me esperara. 

Pero yo... te esperaba a ti.

Esperaba por lo menos una sonrisa al despertar.
Porque al despertar lo único que necesitaba era tu luz.

Y al Sol que le jodan.

Esperaba que fueras el lugar donde no me caería.

Y usar tu clavícula como punto de apoyo.



Pero...

'para siempre' no dura tanto como me esperaba.


Y las promesas no son tan fuertes como parecen.

NADA ES LO QUE PARECE.



Esperaba que fueras mi punto de partida. Y el punto final de mi historia.

Esperar. Esperar. Y esperar. Y, al final, nada llega.

Nadie llega para salvarte, para darle un giro de ciento ochenta grados a tu vida.

Esperar para que nadie te espere.

Esperarte. Esperarnos. Y acabar esperándome.

Y acabar pensándote, porque es la única forma de tenerte.

Ni yo me llegaba a imaginar que tendría los cojones a decirte que no, que ya basta. A escribir una de esas cartas de despedida, que tienen de todo menos despedidas, pero que tienen sobre todo, finales con puntos suspensivos.

Espero que entendieras mis 'hasta luego' porque ni yo sé si volveré. Y espero que entiendas mis últimas palabras, las que te tienes que grabar en tus jodidas pupilas por las que mataría.

Acuérdate. Tres palabras.


ÉCHAME DE MENOS.


viernes, 16 de noviembre de 2012

HÁBLAME DE AMOR. HÁBLAME DE TI.

Escribir tu nombre en el cristal de la ducha o donde haga falta tantas veces como sean necesarias.

Y que te sobre solo con una.

Que me han dicho tantas mentiras sobre el amor que ya no sé a quién cojones creerme. Si a los tontos esos que hablan por hablar, o a mí mismo. A mi destrozo interior.

Háblame de amor cuando te hayas dado cuenta que no existe droga más fuerte, ni que nada te puede enganchar más. Háblame de eso cuando sepas que, de las mejores drogas, es la peor. Que te hace volar, y te hace morir. Y matar. Matar por AMOR. MATAR POR DROGA COMO UN YONQUI ENGANCHADO A SU MIERDA.

HÁBLAME DE AMOR CUANDO HAYAS ENTENDIDO QUE DARLO TODO ES POCO.

Cuando mates por un beso, y un beso te mate.

Háblame de amor, y de amar. De amargura, y de amargarse, si quieres.

Háblame. Bésame. Drógame. Ámame. Siénteme. Deshazme. En mil pedazos. En diez mil, en los que haga falta, pero hazlo. 

Que lo siento, porque siempre estuve muy enganchado a ti, a tus sonrisas, a tu gesto de disgusto al despertar, a tu forma de ver la vida, a tus petas a media mañana. A tus maneras.
Enganchado a tu mirada, a tus manos, a tus palabras, a tus notas pegadas en la nevera.

Y no lo puedo evitar.
Esto me puede.
Mi puta marca de heroína.
Tú. Yo. 
Droga y yonqui.

Y si me tengo que morir de algo, que sea de sobredosis de ti.

MORIRNOS DE COLOCÓN DE AMOR.
Porque contra el amor, nada puede.




domingo, 4 de noviembre de 2012

MI HEROÍNA.

Me acuerdo cuando me decía:

Quiero ser tu heroína.


Y yo me acojonaba, porque no sabía si quería ser mi droga, o la chica que me iba a salvar de las mierdas, que me iba  levantar a pulso de cada caída. Pero luego comprendí que se refería a las dos. Yo un toxicómano de sus labios y ella mis rayas (pura droga), esas sobre las que se posaban las letras que escribía cada noche con un cigarrillo en la boca. Esas noches que me daba cuenta de que su sonrisa colocaba más que cualquier basura de un camello.


Y detrás de cada 'sálvame' un 'drógame'.

Y detrás de cada 'tú' un 'yo'. Y, cuando la tenía ahí, rezaba porque no se moviera de ese instante ni una coma. Que nadie se atreviera a poner un puto punto. Porque hay historias que no hablan de finales, pero sí de despedidas. Y toda droga se acaba, todo superhéroe, bueno, superheroína en este caso, termina quitándose la capa. 
Un día, de repente, ocurre. Ocurre que no se acaba el amor, pero te estancas. Y sabes que no todos los viajes se tienen que hacer juntos, que hay locuras que no hablan de un 'nosotros'. Y que eso de que el amor es locura lo llevaba tatuado en los recuerdos y aún me acuerdo de esa nota que me decía:

No me olvides, no te desenganches de mí.
Estaré cerca, por si te vuelves a caer.

Tu heroína.


Y me seguía encantando su letra, aunque hablara de cosas que doliesen más que cualquier puñalada. 
Seguí sus palabras como órdenes y no olvidé esa puta sonrisa que hacía que no me cayera.

Y el cristal de la ducha no se creía todas las veces que escribía tu nombre.

Tu inicial a modo de religión, a modo de razón de vivir.

¿Sabes qué es lo más jodido que existe? Desengancharse de algo que pensabas tener toda la vida.
Así que odio ese momento en el que decidiste irte.
Porque ya nada me calma el mono, las ganas de ti.
Ni siquiera tu foto estropeada que tengo colgada en el techo, para que, por lo menos, todavía sigas siendo lo primero que vea cada amanecer.
Pero es que, cariño, no había nada mejor que verte amanecer.
Y no hay nada peor que ver cada mañana la cama vacía. Sin ver cómo te revuelves, o cómo me pides dos minutos más de sueño o treinta minutos más de sexo, o un 'para siempre' de nosotros.
Y la cama, empieza a hartarse de quedarse vacía cada mañana.
Empieza a hartarse de no oler a ti, a tus quejidos, a tus miradas, a tus cigarros de por la mañana, a tus trampas para que caiga en tus garras. Empieza a hartarse de que no estés tú. Ni yo.

No olvides que no te olvido.


TU YONQUI.