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sábado, 23 de marzo de 2013

Digamos, bueno, es que somos poesía.

Digamos que somos poesía,
y que nos encontramos en cualquier esquina,
como cualquier prostituta, vendiendo sus servicios
al precio de la calle, al sexo sin amor.

Digamos que somos poesía,
que somos aquel chico en la barra del bar,
emborrachándose de sentimientos,
buscando historias que hagan historia.

Digamos que somos poesía,
y que somos aquella pareja rota,
de dolor, de sufrimiento, de suspiros
de recuerdos de lo que quieren volver a ser.

Digamos que somos poesía,
que somos aquella vergüenza que deja
aquel chico en su cerveza, aquella vergüenza
de besos robados, de sentimientos acelerados.

Digamos que somos poesía,
que somos el dolor de pies de aquella chica,
por los tacones de aquella noche,
y el dolor de su pecho de tantas otras noches.

Digamos que somos poesía,
y dime que eres mi musa,
que camina de puntillas
entre mis costillas.

Y es que se te marca la poesía en los ojos.
Y el amor en las ojeras.

martes, 5 de marzo de 2013

Amor, quería decirte que les dijeras que...

No sé cuántas veces habré empezado por tus pupilas y habré acabado en el cielo. Cuéntales cuántas veces fingimos ser los mejores en esto del amor y cuántas veces se lo creyó la gente. Cuéntale que otras muchas veces ni siquiera nos hacía falta fingir, porque éramos los mejores.

Diles que tus manos eran el verano que necesitaba el invierno de mi cama. Y que tus ojos hechos Venecia recompusieron mis ruinas como Roma. Diles todas las veces que nos hemos encontrado sin buscarnos. Y cuántas veces fuimos música cuando solo había ruido. Diles que yo habría matado las veces que hubiera hecho falta por seguir en el verano de tus manos y de tu espalda.

Después, hazles un recuento. De cuántas cosas le debo a tu sonrisa, y de todos los alquileres que no he pagado por vivir en tus costillas. Hazles un recuento de cuántos petas nos hemos fumado, y cuántas veces hemos flipado juntos sin ir fumados y de todas las veces que hemos parado el mundo con tres caladas. Hazles un recuento de las veces que el mundo ha girado alrededor de nosotros.

Ve, y les recuerdas todas las mañanas que me has tocado al timbre, cuando el mundo se caía a trozos y llovía, y me has dicho:

—¡BAJA!
—¿Qué? ¡Pero si está lloviendo!
—¿En serio te importa? No aguanto una puta gota más sin verte.

Y recuérdales cuántas veces no te he dejado acabar la frase y estábamos en menos de un segundo desafiando al mundo. Recuérdales cuántas veces hemos sido como niños decididos a joder al mundo. Recuérdales cuántas veces nos hemos ganado y qué pocas nos hemos perdido. 

Vuelve a decirles que nos queríamos como nadie y que nos creíamos invencibles.

Y, acuérdate, de ponerles en la posdata que nos equivocábamos y que nos han roto en diez mil pedazos.





No pasa nada. Yo me encargo de recordarles que nos echamos de menos. Y de que hay amores fugaces, pero inmortales.