Seguidores

Vistas de página en total

lunes, 15 de septiembre de 2014

(Re)conocernos.

He dedicado demasiadas noches de insomnio a pensar en los días perdidos.
Un piano cayendo por un balcón es una metáfora de cuando yo corro a buscarte.
Un violín desafinado no para de tocar cuando me fumo el cigarro justo antes de (no) dormir.

Mira, un pájaro sin alas también puede volar, ¿cómo no lo voy a hacer yo?
Cuando destruyo todo lo que me queda soy realmente libre y pienso en tu celda olvidada y oxidada.

Tira las llaves, ya no hay nadie a quien encerrar y que se vuelva loco.

Podría hacer un monólogo entero de cuando te acercabas con una bandeja de plata a darme de comer mi propia cabeza. Te has ganado la propina: mi corazón.

Odiaba cuando veía luz por la pequeña ventana que había en la pared justo al lado del podrido váter.

Luz significa sol. Y sol significa día. Y contar los días significaba que seguía teniendo alguna manera de contar el tiempo.

Y eso fue lo que abrió la puerta de la celda. Contar el tiempo.
Cuando estás encerrado en unas paredes que sólo hablan de toxicidad.
De unas paredes que parecen manos.
De manos que te encierran y de voces que llaman a eso amor.

Cuando vives rápido y estás acostumbrado a correr.
Te meten en una habitación y la puerta la cierras tú mismo.
Como cerrar un puño hasta apretar. Con tanta fuerza que parece que va a romper.
Imbéciles, anegados, torpes, tóxicos mutuamente.
Creemos hasta doler. Y dolemos hasta destruir.

Abro la puerta y salgo de tu cárcel. La luz me ciega.
A veces, es bonita la oscuridad.

Comprendo que alguien está cantándonos un réquiem en algún lugar del mundo en el que nunca hemos estado.

Y cuando digo comprendo, digo que imagino, porque la luz sigue sin dejarme ver.

Imagino las cosas, que no las comprendo.

Después, doy un paso al frente. Alguien me ha empujado.

Reconozco tu olor.
Reconozco tu dolor.