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miércoles, 25 de marzo de 2015

Oniria.

Es la primera vez que encuentro a Insomnia una noche. Me despierto y está sentada a los pies de la cama. No sonríe. Su gesto es de las pocas cosas imparciales y neutras que he visto. Se acaricia la mejilla con un mechón de pelo y me mira. Sabía que era ella porque su presencia no daba lugar a ningún sueño. Así que me enciendo un cigarrillo y sigo pensando en ti.
En soluciones. En perspectivas. En no vernos muy de cerca por si quemamos. Pienso en la angustia que me produce no estar contigo y vomito, porque no estás aquí. Después sigo dándole unas caladas al cigarrillo y me dejo llevar por ese nudo en el estómago que me hace pensar en ti. Casi me ahogo. Casi rozo niveles de tristeza tan brutales que los confundo con felicidad. Tú provocas toda esta contienda sin fin. Mis sentimientos bajaron la guardia y alguien les tiró una bomba. No hay supervivientes. Has ganado. Comenzaré y terminaré diciéndote siempre que estoy contento, porque lo estoy. Te juro que no miento. Pero estar contento no quiere decir que no esté triste. Y lo estoy. A veces pienso que mi sonrisa triste no dice nada. Y es la verdad. No dice nada. Algún día dirá: <<me voy>> y, entonces, no habrá marcha atrás. Reconstruiré de las ruinas o me llevaré los pedazos que queden. Supongo que alguien vendrá a visitarlas para recordar el esplendor que algún día tuvo. Quiero decirte que hay noches que se hacen largas sin ti. Apaga el cigarrillo y me vuelvo a acostar.

Oniria ha venido a verme. Dice que se queda unos días. Aunque creo que ha traído equipaje para un tiempo. Ya sabes que yo no puedo decirle que no se quede. A ti tampoco. 

El caso es que tú te vas.

Y ella siempre se queda.

lunes, 23 de marzo de 2015

¿Y si los corazones fuesen de cristal?

Ya basta de ver las cosas a través del cristal. Un día rompí la ventana para ver lo que había afuera y casi me ahogo de tanta realidad. Nadie sabe lo que es la lluvia si nunca ha visto llover, ni sabe cómo se acelera el mundo cuando te das cuenta de tu primer corte. Después todo son cicatrices y la lluvia es algo normal aquí dentro. 
El caso es que llegó el día en el que volvía a estar harto de lo de afuera, de gente que no miraba dentro del cristal. Así que, aún sangrando, volví a coger los restos de ventana y uno a uno los intenté volver a poner. Nunca volvieron a estar como antes. Supongo que como todo.

Y de la ventana no paraban de entrar ráfagas de realidad a través de las imperfecciones. Los cristales nunca olvidan. Imagínate otras cosas.