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sábado, 13 de junio de 2015

Diario sobre tus costumbres.

La tristeza no es necesaria para escribir sobre cosas tristes, ni es necesario estar roto para hablar sobre roturas y grietas, y tampoco nos tenemos que dejar llevar por el estremecimiento de las leyes naturales por mucho que seamos tempestades. He visto palabras arruinando más vidas que huracanes. Y le he visto destrozar horas fumando. Y la desgracia que es ver pasar el tiempo cuando no estás a su lado, cuando comprendes que la risa es solo un complemento, directo, al corazón. Y cuando te recorre con las manos y te hace perder de vista la cuenta atrás y margina el reloj, y se desviste como una fiera y te atraviesa como una espada. Y su risa es un puñal y sus manos otro arma blanca y cuando hace llover hacia arriba en la ducha. Y cuando miente sobre su estado de ánimo y te anima simplemente estando, siendo. Y cuando te mira y no sabes qué hacer ni qué decir. Y cuando calla, todo el mundo ha dejado de hablar y escucha música, y quiere vivir dentro de una película que no consigue rodar. Y se enloquece cuando le contradices y se contradice cuando enloquezco y me retuerce sin tocarme. Y le sueño cuando me despierto, y creo en él por encima de Dios, y aborrece la religión y le dan miedo los fantasmas  y no comprende cuando las palabras sólo son palabras y no se han pensado, pero hace ver que tiene algo dentro a punto de estallar, una enorme fiera capaz de  devorarse a sí misma que vive en la ciudad. A 10 minutos de mi casa. Y no quiero estropearlo hablando de ello. Estoy callado. No estoy diciendo nada. Esto son sólo palabras. Nadie va a entenderlo, compréndelo. Hay genialidades maravillosamente desperdiciadas. Menos mal que te estoy aprovechando.