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sábado, 29 de septiembre de 2012

Por cada kilómetro, un 'te quiero' que te debo.

Nadie sabe lo que es tenerla tan lejos y no poderla tener tan cerca. Pero me gustaría tenerte más lejos, tenernos más lejos. ¿Sabes de todos esos tontos que hablan de los famosos 'tres metros sobre el cielo'? PUES NOSOTROS TODAVÍA TRES METROS POR ENCIMA.
Nadie sabe cómo se siente cada puto kilómetro que nos separa, cada mirada perdida, cada beso contenido, cada palabra que no es dicha a tres centímetros de mi boca. Nadie sabe lo que es oír su risa por la noche, y levantarte sabiendo que no está y que no va estar. Nadie sabe lo que es conformarse con verse a través de una pantalla. Nadie sabe quererla como yo.

VENGA, POR CADA KILÓMETRO UN POCO MÁS QUE TE QUIERO.

Y así, pasan los días, pero no la distancia. Tampoco el dolor, ni tampoco los sentimientos. Pero no sabes lo que es verla llorando a través de una pantalla con un 'te echo de menos' escrito en los ojos y no poder abrazarla. No sabes lo que suponen para mí los cortes de luz, porque me cortan la vida. No sabes lo que es que ella sonría y, de repente, tengas unas ganas tremendas de coger la chaqueta y de andar todo lo que os separa aunque sea andando. Porque, cariño:

LA DISTANCIA NO ES PUTA, SINO UNA HIJA DE PUTA.

Y, sin embargo, aquí estamos. Bueno, aquí estoy yo, y ella allí. Y, eso, de momento no lo puedo cambiar. Así que, de mientras, la música para que alguien me entienda, la almohada para que alguien me escuche, y su sonrisa a través de una pantalla. Porque eso es lo mejor que tengo, su reflejo. La distancia, ya se la follará alguien. Porque:

La distancia me impedirá verte, no quererte.

Y, recuerda, por cada kilómetro, un te quiero. Por cada kilómetro, una sonrisa. Que nadie ni nada acabe con esto. 

Nosotros, somos fuertes. Acuérdate, mucho más que la distancia.
Por ti, por mí y por el día en el que estemos así de cerca.


Acuérdate de protegerme las espaldas, no vaya a ser que alguien las apuñale.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Si ella me pide la luna, sé cómo bajársela.

–Pídeme lo que sea.
–¿Lo que sea?
–Lo que quieras.
Y sonríe. Se le ve la felicidad hasta en los ojos. Por esos por los que mataría.
–Quiero...–y se para a pensar– quiero la luna.
–¿La luna? ¿solo quieres la luna? Eso es de lo más fácil que me has pedido, después de quererte.
–¡Sí! ¡La quiero! ¡Quiero ver su secreto! ¡El porqué brilla tanto! Quiero saber por qué ilumina la noche cuando todo está oscuro. Quiero saber por qué sigue persiguiendo al Sol, si después de tanto tiempo nunca lo encuentra.

Después, pasa. Ya no quedan ganas. Nuestro amor con esa puta fecha de caducidad. Quiero la hoja de reclamaciones. Quiero saber quién fue el hijo de puta que dijo que esa noche sería nuestro último beso. Ni siquiera me dio tiempo a bajarle la luna. Pero sabía que estaba esperando a que una noche fuera a pedirle explicaciones de por qué no había bajado antes. 

<<Quiero la luna>>. Su risa retumbaba cada noche en mi cabeza. Y en mi almohada, iluminada por la cabrona de la luna, caían mis recuerdos en forma de lágrimas. Ya ni las sábanas lograban quitarme el miedo a dormir y a soñar con su sonrisa. Cada día me despertaba, y ese infierno otra vez: la vida sin ella.

¿Sabes? Todo tiene un punto y final. Te acabas hartando de no poder vivir, de no poder pasar página. Te hartas de intentar olvidar pero sin parar de recordar. Hay que perdonar. Perdonarse. Y pasar página, incluso cambiar de libro. Y, entonces, ocurre. Cojo las llaves del coche, una cuerda y una pequeña escalera y allá voy. Cerca, la sentía cerca. Y sentía su miedo. No quiere verme ni la cara, no quiere decirme por qué sigue brillando todas las noches. 

Apago el motor. Aquí no hay nadie, así que no me preocupo por quitar las llaves. Saco la escalera y la cuerda. Ahí está. Casi la puedo coger con la mano. Abro la escalera y empiezo a subir. Y, es entonces, cuando me doy cuenta de todo. No quiero pedirle las razones por las que no bajó, porque la entiendo perfectamente. Pero tengo que hacerlo. Mi luna, su luna, nuestra luna. 



Vuelvo a toda hostia a la ciudad. Con su brillo cegándome en la parte trasera del coche. Y saco un papel y un bolígrafo de la guantera. Aparco, y me pongo a escribir. Lleno la mitad del folio. Subo a su piso, con la nota en una mano y nuestra luna en la otra. Luego, no sé cómo, las lágrimas comienzan a salir. Es rabia. Rabia porque no fue la luna la que nos separó, pero me da igual. ¿No la quería? ¡Pues aquí la tiene! Luego si quiere, que la tire. Empiezo a golpear con fuerza la puerta y a gritar su nombre para que me abra. Al principio no se oye nada. Luego unos pasos de pies descalzos. No son los suyos. Son masculinos. 

Así que, cuando me abre el cabrón que ahora le está prometiendo cualquier otro astro, le digo que le dé la luna y la nota y, que si quiere, se lleve los pedazos que quedaron de mí. Y me vuelvo. Sé que en unos minutos, se dará cuenta que la noche está más oscura que nunca, y entonces aparecerá él con nuestra luna y le dará mi nota. Sé que en unos instantes leerá:

Lo prometido es deuda. Y para deudas, las que tengo yo contigo y con la luna. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que a esta noche le falta algo, que está más oscura. Así puedes entenderme un poco mejor. Porque sin ti las noches se visten de negro. Bueno, aquí está, para ti: nuestra luna. Te lo dije, era de lo más fácil encontrarla y bajártela.
Por cierto, ya sé su secreto: sale cada noche buscando al sol, porque sabe que, aunque no lo vaya a encontrar, prometió un 'para siempre', y la cabrona es como yo, de las que se le clavan las promesas en el alma. Ya sé por qué brilla cuando todo está oscuro, y es para que cuando alguien se sienta sin esperanza, para que cuando alguien piense que todo está oscuro, haya algo en lo que creer. Una luz que brilla. Esa es la luna, amor, una de las pocas con un par de cojones, que sale a brillar cada noche.

Yo ya no brillo, pero lo intento.

Intento dormir sin ti, pero no puedo.

Cuídate y cuídala.



De vuelta a casa sonrío. Se que habré dado en el clavo. Sé que el idiota que tiene al lado nunca va a conseguir nada como lo que he conseguido yo. ¡Que le jodan! Sé que no volverá, porque ella no es de los míos, de los de prometer. Yo, mientras, veré como cada noche, la luna se viste de luto. Créeme, cumpliré el 'para siempre', igual que cumplí lo de la luna. Porque se lo debo. 'Porque tengo más deudas con su espalda que las que nadie tendrá jamás con la luna'. No me habléis de amaneceres, si ya ni el sol se acuerda de colarse por mi ventana. No me habléis de amor, porque es lo más jodido que he visto en la vida.

CREÍ EN EL AMOR Y CREÍ QUE ME MORÍA.

Los 'para siempre' se los dejo a la luna. Porque eso de brillar cada noche nunca se me dio bien. Yo soy de esos que todavía duermen con la luz encendida, por si acaso el monstruo de debajo de la cama asoma la cabeza. Duermo tapado con la sábana hasta arriba por culpa de que no estás tú en mi cama.
Soy de los que se duerme acojonado, pensando en que mañana se despertará con el mismo puto infierno de siempre: el día sin ti. Veinticuatro horas tras veinticuatro horas sin tu sonrisa. 
Y, hazme caso, cuando te digo que eso es lo más jodido del mundo.


Postdata: Dice mi cama que te echa de menos.


jueves, 13 de septiembre de 2012

¿Contigo? Por aquella estrella todo recto hasta el amanecer.

Ahí está, mi ventana abierta, por si Peter Pan vuelve algún día. La ventana abierta y el corazón sangrando de  dolor. La ventana abierta y las promesas que se escapan hacia el cielo. No la cierro ni para dormir en invierno, ni siquiera para desnudarme. Si hace frío, me jodo, porque es lo que toca sin ti. Sin tu calor y con la ventana abierta.

VUELVE Y SÁLVAME.

Créeme, no supe soñar desde que te fuiste. Esto se hace más duro de lo que creía. Hay noches incluso en las que me acuesto acojonada y ni la manta sabe protegerme de lo que tus brazos me hacían inmune. Hay noches en las que hace un frío de la hostia y ni siquiera me atrevo a pensar en entornar un poco ese cristal por el que llegaste volando un día.

¿DÓNDE COJONES DEJÉ LOS POLVOS DE HADA?

Seguro que te los llevaste tú, cuando recogiste todo lo tuyo. Tu ropa, el amor, mis ganas y mi corazón. Nunca podré recuperarlo después de haberlo roto en pedazos. 

¿Y LA VENTANA? ¿LA PODRÉ CERRAR ALGÚN DÍA?

NI DE COÑA. No dudes de que cada medianoche me levanto para mirar si te acercas por aquella estrella que viene directa del amanecer. Pero no veo nada en el cielo, ni siquiera queda una puta estrella a la que pedirle un deseo. No me queda nada, solo una ventana abierta.


UNA VENTANA ABIERTA POR SI ALGÚN DÍA DECIDES VOLVER. 

MIENTRAS, YO BUSCARÉ NUESTRA ESTRELLA EN NUESTRO CIELO PARA PEDIRLE:

VUELVE Y LLÉVAME CONTIGO.

NO QUIERO CRECER. AL MENOS NO SIN TI.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

No me jodas, solo me acuerdo del dolor de mis latidos.

Créeme cuando te dije que lo eras todo, porque ahora sin ti no soy nada. No me acuerdo ni de mi nombre, ni de mi canción favorita, ni de esa película que me hacía llorar. No me acuerdo de aquel banco donde nos sentábamos a ver las horas pasar mientras se nos acababa lo que tú llamabas amor. No me jodas, ya no me acuerdo ni de qué color es el cielo. Pero me da igual, nunca supe vivir sin ti. Ni siquiera quiero aprender, porque yo estaba hecho para reír contigo, para soñar contigo, para vivir contigo. No me jodas, ya no me acuerdo ni de escribir nuestros nombres en un papel. No me acuerdo tampoco de querer. ¿Cómo era eso? Ah, sí, eso de pensar solo en una persona. Eso que te acaba destrozando por dentro. ¿Sabes? Nunca supe cómo lo hacía (eso de quererte tanto), solo sé que lo hacía de la mejor forma que sabía. Así que no dudes que me llevé la medalla de oro en eso de sonreír como un tonto por ti. Porque de eso sí que me acuerdo, del daño que hacía cada latido y cada sonrisa tuya. Creo que es de lo único que me acuerdo.
Bueno, no. También me acuerdo de cómo respirar, y eso es lo más jodido del mundo, el no poder desaparecer cuando uno quiere.




Mientras, espero que tú sí que te acuerdes de que era el mejor en hacerte sentir única, aunque hubiera millones de personas. Que te acuerdes de mi nombre, de mi sonrisa... Acuérdate de que nunca iba a haber ninguno como yo. Y te prometo que no lo habrá.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Venga, ponte los tacones, que esta noche también brillas.

Aquella noche llovía. Noche de tormenta. Noche de lluvia, relámpagos. Noche trágica. El cielo estaba enfadado con el destino.
Aquel día ella durmió lo que pudo, unos cuantos minutos y luego se despertaba sobresaltada. Aquella noche durmió con la luz encendida, por si acaso el monstruo de debajo de la cama salía y se acojonaba un poco más. Aquella noche pagó con la almohada todo el daño que él le había hecho. Aquella noche el cielo le quedaba grande. Aquella noche estaba deseando tener pesadillas, porque seguro que serían mucho mejor que la vida. Aquella noche, cogió, se levantó de la cama, se secó las lágrimas, se maquilló, se puso su mejor vestido, sus tacones más altos y se fue a dejarse la piel bailando. Otra vez su mejor amiga, ahí estaba, incondicional. La misma de siempre. Si tú la conoces sabes de quién hablo. La de los acordes, la que saca sonrisas, la que se limita a meterse dentro de ti, la mejor droga.



LA MÚSICA.
La que le salva, la que nos salva.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Te dejo, te jodes y me echas de menos.

<<A ver quién fue el gilipollas que dijo que amar era lo más bonito y no lo más jodido.>> Eso es lo que se preguntaba cada vez que se plantaba frente a la pantalla y sonaba esa canción que le removía todo lo de dentro.
<<Piensa, estúpida, piensa.>> Se decía todo el rato, para autoconvencerse de que aquel idiota que le había prometido amor eterno era el más farsante de todos los tipos con los que se había encontrado. 
Pero es que aquel idiota la tenía destrozada. Por dentro. Por fuera siempre iba con una sonrisa que le costaba la vida sacar.
Aquel idiota que sabía cómo besarle, cómo abrazarle, cómo decirle un 'te quiero, fea' en el momento exacto. Sabía cómo prometerle el cielo, e incluso sabía cómo bajárselo. Aquel idiota que sabía justo dónde disparar para conseguir que se rompiera en mil pedazos. En mil no, en diez mil. Aquel idiota, bueno, tan idiota no era si sabía qué cigarrillo acompañar al tequila del malo y qué forma de besarle era la adecuada para dejar huella dentro de su alma. Aquel idiota que sabía que tenía su nombre tatuado a hostias, y que eso era imborrable. Aquel idiota que dijo eso de que para olvidar el fuego iba de puta madre.
Y ahora está allí ella, que ya ni siquiera es ella, quemando sus fotos, sus cartas e intentando quemar los recuerdos, las huellas sobre su cuerpo. Pero el fuego para eso no funciona, solo el tiempo. Así que le toca joderse y echarle de menos a él y a todas sus idioteces que tanto le gustaban.

ELLA, LA CHICA DEL ALMA ROTA.

Ella, que intentaba llegar al cielo, pero las alas las tenía rotas.
Ella, que intentaba volver a querer, pero el corazón lo tenía destrozado en mil pedazos y no funcionaba como antes.
Ella, que odiaba a la del otro lado del espejo y nunca se acostumbraba a su reflejo.
Ella, que se había dado una hostia mortal al caerse desde tres metros más arriba del cielo.
Ella, que imaginaba que algún día podría decir adiós a todas las mierdas de la vida.
Ella, que dormía alerta por si los sueños eran peores que la vida (IMPOSIBLE).
Ella, que llevaba tatuada la inicial de su puta autodestrucción.
Ella, que miraba para otro lado cuando le preguntaban sobre el amor.
Ella, solo ella. Única.
Ella, que a pesar de todo, cogía, rompía el espejo y con un par de ovarios salía a la calle con una sonrisa.
Ella, que estaba decidida en que su corazón no se rompía ni una puta vez más.
Ella, que supo cómo detener el tiempo y decir 'se acabó'.
Ella, que no supo cómo cojones dejar de quererle tan fuerte.
Ella, que aprendió a vivir con la idea de que le echaría de menos hasta el último suspiro.