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domingo, 9 de septiembre de 2012

Venga, ponte los tacones, que esta noche también brillas.

Aquella noche llovía. Noche de tormenta. Noche de lluvia, relámpagos. Noche trágica. El cielo estaba enfadado con el destino.
Aquel día ella durmió lo que pudo, unos cuantos minutos y luego se despertaba sobresaltada. Aquella noche durmió con la luz encendida, por si acaso el monstruo de debajo de la cama salía y se acojonaba un poco más. Aquella noche pagó con la almohada todo el daño que él le había hecho. Aquella noche el cielo le quedaba grande. Aquella noche estaba deseando tener pesadillas, porque seguro que serían mucho mejor que la vida. Aquella noche, cogió, se levantó de la cama, se secó las lágrimas, se maquilló, se puso su mejor vestido, sus tacones más altos y se fue a dejarse la piel bailando. Otra vez su mejor amiga, ahí estaba, incondicional. La misma de siempre. Si tú la conoces sabes de quién hablo. La de los acordes, la que saca sonrisas, la que se limita a meterse dentro de ti, la mejor droga.



LA MÚSICA.
La que le salva, la que nos salva.

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