He intentado empezar a escribir esto de nueve formas
posibles y, esta, creo que es la definitiva porque estoy empezando diciéndote los
errores y eso es un acierto que echaré de menos. Hoy he pasado por dieciséis
esquinas andando. Sí, sé que son pocas,
pero he cogido el coche para ir a casi todos los sitios en los que he estado. He doblado sólo cuatro. Dos para ir y dos para volver, pero me hubiera
gustado doblar las dieciséis porque tenía todo el tiempo la sensación de que en
la siguiente calle estarías tú con esa sonrisa devastadora de cien tiempos de
sonata de Beethoven irrumpiendo en el Nueva York de los años 20 como si fueras
una canción de jazz, o un poeta, o creyeras que las musas tocan a tu puerta. Y
tú, triunfante, decides no estar.
En ninguna puta vuelta de ninguna puta esquina.
Putas, ¿en las esquinas? Muchas.
Tú no.
Hoy he leído ochenta páginas del libro Kaddish de Allen Ginsberg. De esas ochenta he doblado tres
esquinas. Esas tres páginas me recordaban a ti. Quizás, si no se hubiesen
escrito hace casi cien años te diría que él habla de ti. Pero no. Él me habla a
mí. Y lo que me dice eres tú. Creo que
hubiese aguantado un terremoto o que una casa se cayese sobre mí el momento en
el que he leído eso de que <<la locura es una estafa de mutuo
acuerdo>> porque tú nunca me diste ningún contrato, ni me diste la mano
para cerrar acuerdos para acabar con la locura, ni para cerrar heridas, ni para
borrar historias, ni para cicatrizar. Ni para nada. El caso es que he doblado
las esquinas de esas hojas porque me encantaría leértelas un día y decirte que
ese verso me recordó a cuando girabas la cabeza para dar caladas o cuando
rezabas a los pies de la cama a un Dios que no existe o cuando mirabas Madrid o
preguntabas que qué hacía aquí. Estaba mirándote. Y ojalá agotar la vida y los
ojos y el mundo y los colores y las palabras y los aviones para mirarte. Ojalá
todos los aeropuertos llevaran donde estás. No sé, me da igual. A veces bebo
demasiada cerveza y otras veces escribo demasiado sobre ti. Yo no llamaría al
alcohol droga, fíjate.
Todo esto te lo digo porque quería hablarte de la ciencia de
doblar esquinas. Creo que voy a hacer carrera en ello.
No paro de doblar esquinas y no te veo en ninguna.
No paro de doblar esquinas y te leo en todas.
A veces creo que dejaría de andar, para no verte.
A veces creo que no dejaría de leer, para recordarte.
Y entonces tiraría el libro, con todas las esquinas de las
páginas dobladas y me pondría a correr.
Doblaría todas las esquinas que hicieran falta hasta llegar
a tu casa.