me tale el cerebro
indiscriminadamente y
criminalmente.
Necesito dejar de oírme
gritar
en todo el silencio;
susurrándome
por detrás, como
en el sexo, lo que debo.
Entiendo el fuego
cuando quema
y devasta las montañas
haciendo todo cenizas
sopladas ya por alguien
que vendrá y dirá
que hasta mañana, que
todo esto sigue ardiendo.
Entiendo el terror de
las altas temperaturas
incendiando dos cuerpos
víctimas, cuando el cerebro
es todo corazón. Cuando
buscas ese músculo
perfecto que hace temblar
la habitación: roja.
Y ya, llenos de sangre,
muertos de hambre,
nómadas de bosques,
encontramos otro sitio
en el que poder gritar
en todo ese silencio
y poder decir que moriremos
en paz, entre fuegos,
entre árboles caídos, entre
monstruos descomunales,
ensangrentados. Los dos,
como dicen que mueren
los que han amado mucho.
Cuando me siento agobiado o simplemente quiero poner mi cabeza en calma recurro a tu blog, muchas gracias.
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