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miércoles, 17 de julio de 2013

Capítulo 3: El paréntesis de la historia de terceros. Delirios de un imbécil enamorado de sus personajes.

Hoy creo que el número siete está empezando a dominar mi semana. Y creo que estoy empezando a vivir con los personajes. Y me asusta. Y me alegra a la vez. Es como si me estuvieran rogando que su amor durase toda la semana y yo sé y ellos saben (en mi cabeza) que acabarán separándose. Por distintos caminos y por las mismas líneas, que serán las que escriba. No os estoy adelantando el final de estos siete días. Simplemente os estoy recordando que todo acaba. Porque hoy me he levantado enfadado con Hollywood y con su más que usado concepto de ''comedia romántica''. Y me jode, sinceramente, que nos hagan asimilar el amor como comedia. ¡Cómo si el amor fuera todo risa! (¡Y una puta mierda!) Hoy estoy aquí para contaros que el amor no se acaba por dos, sino por tres (y esto es una sencilla regla de tres, y no matemática). Y que estamos obstinados a creer en que el amor se acaba, cuando realmente somos nosotros los que lo asesinamos. 

Y sí. Todos hemos asesinado alguna vez al amor (aunque él nunca lo haría).

Hoy no quiero hablaros sobre cómo él se siente o cómo ella empieza a ser un mar de dudas. Quizás sea al revés y la historia cambie por completo. Hoy no quiero seguir la historia, porque me da miedo. Y me da miedo porque yo también me estoy enamorando. De él. Y de ella. De ellos dos. Y me da miedo verles morir y olvidarlos por completo. Porque no sé ni sus nombres, pero en mi cabeza están sus historias del pasado, sus miedos y sus manías, sus puntos flacos de cosquillas y todas esas sensaciones y cicatrices que definen a una persona. Y, sinceramente, lo que más miedo me da es que sepa cuáles son sus cicatrices y sus puntos flacos porque en el fondo, muy en el fondo, puede que sean los míos propios.

Y creedme que acojona pensar que estás escribiendo sobre tus propios miedos, dudas y sensaciones a gente que no sabe cuántas veces la suerte ha estado de mi parte. 

Y creedme, cuando os digo que todas las veces que nos han roto han sido porque tenían todo el derecho del mundo. Porque no leemos la letra pequeña y nos enamoramos del primer contrato que lleve una promesa.

Siento no haber podido continuar la historia, pero realmente la estoy continuando, porque en mi cabeza ahora mismo está así. Es una historia con las piernas temblando de incertidumbre de no saber qué cojones le pasará mañana. 

Y hoy me siento bien, porque me he dado cuenta de que así es la vida. Que es que las piernas te flojeen por querer que pasen cosas que luego seguramente no pasen. Y que cuando pasan, nos quedamos tan asombrados, que hasta dudamos de que sea cierto.

Pero esto es cierto. Es cierto que se avecina tormenta y que mañana la historia sigue y a mí me dará pena saber que mañana será como mucho su penúltimo día juntos.

[Quizás acabe poniéndoles nombre, porque él y ella me parece una falta de respeto llamarle a alguien a quien tanto quiero].

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