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lunes, 10 de marzo de 2014

Condal.

Estabas mirando Barcelona,
como si fuera la primera vez
que notas el aire en tu cara
y descubres cómo la ortogonalidad
puede producir curvas infinitas.
Estabas mirando Barcelona,
y yo tus pies, cómo andaban,
sobre esas formas,
con esas maneras,
con esa forma de perder las maneras.
Tu sonrisa desatando
una lucha de gigantes
entre el gótico y las ramblas,
parpadeando en algún bar
del raval, perdiendo
la vergüenza en cualquier
botellín de cerveza que pagaste
con venir.
Vienes. Y yo me voy.
Qué incongruencia eso de
no poderse quedar donde quieres
estar.
Al menos un poco más.
Y miras. Y fumas.
Y desatas la locura
de no poder besar.
Besar hasta quemar.
Ya sabes.
Tú miras Barcelona,
como si fuera el rincón
más bonito del mundo
y yo te miro a ti,
como si fueras el sitio
en el que me quisiera quedar.

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